Los mosaicos romanos de Orbe-Boscéaz

Publicado el 20 de febrero de 2019. Última actualización el 9 de octubre de 2025.
Suiza – Vaud / URBA (Germania Superior)
En el corazón del cantón suizo de Vaud, al oeste de Suiza, se encuentra la localidad de Orbe, asentada entre las suaves colinas del Jura y la llanura que se extiende hacia el lago de Neuchâtel. A tan solo 30 km de Lausana y cerca de Yverdon-les-Bains, esta región, atravesada por el río Orbe, conserva uno de los conjuntos arqueológicos más notables del país: los mosaicos romanos de Boscéaz.
A escasos dos kilómetros de la villa moderna, en los campos de Boscéaz, se levantó una residencia galo-romana del siglo II d.C., dotada de más de un centenar de habitaciones, termas privadas, patios porticados y un santuario dedicado al dios Mitra. En su interior, los suelos se cubrieron con mosaicos de extraordinaria calidad, que hoy constituyen el conjunto musivo más importante hallado al norte de los Alpes.
HISTORIA DE URBA
Las excavaciones arqueológicas confirman que el emplazamiento de Orbe-Boscéaz estuvo habitado desde tiempos prehistóricos, aunque la villa romana fue construida hacia el año 170 d.C., durante el apogeo de la provincia de Germania Superior. La residencia pertenecía probablemente a un terrateniente local romanizado, cuya riqueza procedía de la explotación agrícola de las fértiles tierras del valle. La villa combinaba funciones domésticas y de representación, con amplios triclinia, termas y espacios decorados con escenas mitológicas que exaltaban la cultura clásica y la posición social del propietario.
En el siglo III, la inestabilidad fronteriza del Imperio afectó a la región. Las incursiones germánicas y los conflictos internos condujeron al abandono progresivo del complejo, cuyos materiales fueron reutilizados en la Edad Media por las comunidades vecinas.
El redescubrimiento moderno comenzó en 1841, cuando aparecieron los primeros fragmentos de mosaico. A lo largo del siglo XIX y XX se sucedieron varios hallazgos —el del Tritón, el del Laberinto, el de las Divinidades— hasta que en 1993, durante las excavaciones dirigidas por la Universidad de Lausana, se descubrió el noveno mosaico, dedicado a Aquiles. Las campañas más recientes (1986-2004) permitieron delimitar la planta completa de la villa, restaurar varios pavimentos y construir pabellones de protección in situ.
El yacimiento está hoy clasificado como Bien cultural suizo de importancia nacional y gestionado por la fundación Pro Urba.

QUÉ VER
El visitante accede hoy al yacimiento de Orbe-Boscéaz a través de un recorrido señalizado que atraviesa los campos donde se alzaba la villa. Nueve mosaicos han sido descubiertos hasta la fecha, protegidos in situ bajo cinco pabellones modernos. Estos pabellones agrupan los pavimentos según su ubicación original dentro del edificio, de manera que cada uno ofrece una visión distinta de los espacios residenciales y representativos de la villa. Los mosaicos se numeran del 1 al 9 según su orden de descubrimiento y clasificación arqueológica, mientras que los pabellones (I a V) siguen un criterio topográfico, es decir, su posición dentro del conjunto. Así, un mismo pabellón puede albergar varios mosaicos.
La visita permite apreciar tanto los pavimentos de carácter geométrico, que decoraban corredores y triclinia, como los grandes mosaicos figurativos que representaban mitos, alegorías o divinidades.
Los pabellones orientales
El recorrido comienza en el Pabellón I, que conserva tres pavimentos geométricos pertenecientes a las salas orientales de la villa. Son los más sobrios, pero también los más antiguos. Al cruzar la pasarela de madera, el visitante observa cómo las teselas, dispuestas con precisión matemática, dibujan redes de grecas, círculos y motivos vegetales.
El primer mosaico, conocido como el Triclinium oriental, decoraba probablemente un comedor. En él, las grecas se entrelazan formando un diseño que parece ondular bajo la luz. Muy cerca se encuentra el mosaico de las Hojas de laurel, un emblema de victoria y prosperidad que debió impresionar a los invitados del propietario. Su excelente estado de conservación permite apreciar la delicadeza de las teselas, alternando calizas claras y cerámicas rojizas.
En el extremo opuesto, un fragmento del Triclinium occidental recuerda que incluso los espacios secundarios de la villa estaban decorados con pavimentos de calidad. Los tonos ocres y las figuras geométricas repiten el lenguaje visual de la elegancia romana, basado en el orden, la simetría y la armonía.

Los mitos del mar y del laberinto
Desde allí se avanza hacia el Pabellón II, donde el arte geométrico deja paso a la mitología. Este pabellón reúne dos de los mosaicos más célebres del conjunto: El Tritón y El Laberinto.
En el primero, las escenas marinas despliegan un repertorio de criaturas fabulosas: delfines, panteras, aves, tritones y una cabeza de Medusa enmarcan el drama de Teseo abandonando a Ariadna en la isla de Naxos. Los colores, todavía vivos, evocan la fuerza del mar y la fragilidad humana ante el destino.
A pocos metros, el mosaico del Laberinto reproduce el mito del Minotauro y el ingenio del héroe que logra vencerlo. Las líneas concéntricas, perfectamente trazadas, sugieren el viaje interior de quien se enfrenta a la prueba y regresa triunfante. Este pavimento simboliza el dominio del orden sobre el caos, una idea muy presente en la mentalidad romana.
El paisaje de la vida rural
El Pabellón III abre una nueva perspectiva. Aquí la vida cotidiana y el paisaje sustituyen a los dioses y héroes. En el llamado mosaico de la Procesión rústica, los arqueólogos identifican una escena agrícola: animales de labor, carros y personajes que parecen representar las estaciones del año o las tareas del campo. Su naturalismo y la vivacidad de las figuras contrastan con la abstracción de los mosaicos anteriores, recordando que el trabajo y la tierra eran la base de la prosperidad del Imperio.
Junto a él, el mosaico de Cuadrados y rombos devuelve la calma al recorrido. Las teselas forman un juego óptico de profundidad y relieve que imita los mármoles de las villas itálicas. Esta alternancia entre geometría y figuración, entre el mito y la vida rural, revela el equilibrio estético de los talleres musivarios de la Galia romana.
Los dioses y el tiempo
El Pabellón IV guarda el tesoro más ambicioso de todo el conjunto: el mosaico de las Deidades de la Semana. Bajo la estructura moderna que lo protege, el visitante se encuentra ante un universo ordenado y simbólico, donde los dioses presiden los días y las estaciones marcan el ritmo de la existencia.
En el centro se suceden los bustos de Saturno, Sol, Luna, Marte, Mercurio, Júpiter y Venus, acompañados por Narciso y Ganimedes, personajes del mito que encarnan la belleza y la juventud. En los ángulos se reconocen las Estaciones del año, mientras que en los bordes se desarrollan escenas de caza y combates de animales. Este pavimento no era una simple decoración: era una representación del cosmos, una alusión al orden del tiempo y a la armonía que los dioses conferían al mundo. Su magnífico estado de conservación y la riqueza de su diseño lo convierten en uno de los mosaicos romanos más importantes del norte de Europa.


El héroe descubierto
El recorrido concluye en el Pabellón V, donde se conserva el mosaico más reciente, hallado en 1993 y todavía en proceso de restauración. Se trata de Aquiles en la isla de Skyros, una composición que narra cómo Ulises descubre al joven Aquiles disfrazado entre las hijas del rey Licomedes para evitar su destino en la guerra de Troya.
El mosaico, de notables dimensiones, se compone de dos paneles principales rodeados de una treintena de cuadros ornamentales. Su composición teatral y la calidad de las teselas revelan la maestría de los artesanos y la cultura del propietario, familiarizado con los grandes mitos griegos. Aunque el pabellón permanece cerrado en determinadas épocas del año, el mosaico puede contemplarse en ocasiones especiales, ofreciendo una de las escenas más refinadas del arte musivo helenístico adaptado al gusto provincial romano.

Otros espacios de la villa
Las excavaciones de Orbe-Boscéaz no solo han revelado mosaicos. Bajo los campos se han identificado los restos de un templo dedicado a Mitra, dios oriental muy venerado entre los soldados del Imperio. También han aparecido instalaciones termales privadas, o balnea, con hipocaustos, canalizaciones de agua y estanques decorativos. Todo ello confirma que la villa no era una simple residencia agrícola, sino una propiedad señorial de alto rango, ejemplo de la romanización en las regiones alpinas.
Hoy, los visitantes pueden complementar la visita en el centro de interpretación, donde maquetas, audiovisuales y reconstrucciones digitales muestran cómo debió lucir el conjunto hace casi dos milenios: una casa rodeada de jardines, abierta al paisaje del Jura.
VISITAS CERCANAS
El entorno de Orbe-Boscéaz ofrece al viajero una excelente oportunidad para descubrir, en un radio de apenas cincuenta kilómetros, algunos de los lugares más notables del patrimonio romano en Suiza. Los caminos que parten desde Orbe permiten seguir los rastros del Imperio entre lagos, montañas y fértiles valles.
YVERDON-LES-BAINS
A solo 13 kilómetros al norte, por una carretera que desciende suavemente hacia la llanura, se encuentra Yverdon-les-Bains, a unos 20 minutos en coche. En tren o autobús el trayecto apenas supera la media hora. En época romana fue conocida como Eburodunum, y su ubicación junto al lago de Neuchâtel la convirtió en un punto de paso entre las Galias y el Rin. Hoy, el visitante puede recorrer el castillo de Savoy, sede de los museos históricos y científicos de la ciudad, y disfrutar de las termas modernas que perpetúan el uso ancestral de sus aguas sulfurosas. Pasear por su casco antiguo, de calles porticadas y animadas plazas, completa la visita tras la calma arqueológica de Boscéaz.
LAUSANA
Hacia el sur, a 31 kilómetros (unos 30 minutos por carretera), se alza Lausana, capital del cantón de Vaud y centro cultural del oeste suizo. El tren desde Orbe cubre el trayecto en aproximadamente 35 minutos. En la colina del antiguo Lousonna, la ciudad romana que dio origen a Lausana, se hallaron vestigios de casas, muros y calles trazadas sobre terrazas con vistas al lago Lemán. En el Museo Cantonal de Arqueología e Historia (MAH) se conservan mosaicos, esculturas, cerámicas y objetos domésticos procedentes tanto de Orbe-Boscéaz como de otros yacimientos helvéticos. El museo ofrece una visión global de la romanización en Suiza, integrando las villas rurales del interior con los puertos del lago. Desde su terraza se contempla el mismo paisaje que, hace dos milenios, dominaron los colonos romanos del Jura.
AVENCHES
A 42 kilómetros al este de Orbe, accesible en unos 40 minutos en coche, se alza Avenches, la antigua Aventicum, capital de la Helvetia romana. El visitante puede recorrer su anfiteatro, aún utilizado para espectáculos al aire libre, caminar por el trazado de sus murallas, o contemplar los templos y termas que jalonan el parque arqueológico. En el Museo Romano de Avenches, instalado en una torre de época medieval erigida sobre los cimientos romanos, se exponen retratos imperiales, inscripciones y piezas procedentes de todo el territorio helvético. La visita permite comprender el papel de Aventicum como centro político y religioso del norte de los Alpes, punto de conexión entre la Galia, el Rin y los pasos hacia Italia.
NEUCHÂTEL
A 47 kilómetros al noroeste (unos 35 minutos por carretera), la ciudad de Neuchâtel ofrece una combinación de paisaje y patrimonio. Su museo de Arte e Historia conserva colecciones arqueológicas que documentan la ocupación romana en torno al lago, complementando los hallazgos de Orbe con cerámicas, vidrios y utensilios cotidianos de las villas lacustres.
El paseo por su casco antiguo, dominado por el castillo y la colegiata, muestra cómo el urbanismo medieval se asentó sobre el terreno ocupado en la Antigüedad por asentamientos rurales y villas dispersas. Las vistas desde el puerto evocan las rutas comerciales que unían los lagos de Neuchâtel y Morat con el Rin, arterias naturales del comercio romano.
VALLORBE Y LAS GARGANTAS DEL ORBE
A apenas 12 kilómetros al oeste de Orbe, unos 15 minutos en coche, se abre la garganta excavada por el río Orbe en la roca calcárea del Jura. El camino que une Vallorbe y Orbe, conocido como la Gorge de l’Orbe, puede recorrerse a pie en unas cuatro horas y media, siguiendo un sendero que combina naturaleza, geología y restos históricos.
En Vallorbe, las Cuevas del Orbe permiten adentrarse bajo la montaña en un paisaje subterráneo de estalactitas y riachuelos, mientras que el pequeño museo local muestra objetos hallados en los alrededores, desde herramientas prehistóricas hasta fragmentos romanos reutilizados en edificaciones posteriores.
UNA JORNADA IDEAL
Una jornada completa en torno a Orbe podría comenzar con la visita matinal a los mosaicos de Boscéaz, continuar con un almuerzo en el casco histórico de Yverdon y una tarde dedicada al arte romano en el museo de Lausana.
Otra opción más campestre invita a combinar los mosaicos con el recorrido por la garganta del Orbe y el regreso al atardecer, cuando la luz dorada del Jura realza la silueta de los pabellones y el eco del Imperio parece aún resonar bajo el suelo helvético.
Más información.
MOSAÏQUES ROMAINES D’ORBE-BOSCÉAZ (Grand-Rue 1. 1350 Orbe) HORARIOS: consultar web. TARIFAS 2025: Adultos… CHF 10. CONTACTO: +41 (0) 24 44292 37 tourisme@orbe.ch WEB: pro-urba