El color en la Antigüedad, la verdadera apariencia del arte clásico
La Revolución Científica de Vinzenz Brinkmann
EL MITO DEL MÁRMOL BLANCO
Durante siglos, nuestra imagen de la Antigüedad clásica ha estado dominada por un error monumental: la creencia de que griegos y romanos adoraban la blancura inmaculada del mármol. Esta visión, consolidada durante el Renacimiento y convertida en dogma por el Neoclasicismo del siglo XVIII, conformó nuestra comprensión estética de todo el mundo clásico. Cuando Johann Joachim Winckelmann proclamó en 1764 que la grandeza del arte griego residía en su «noble simplicidad y serena grandeza», estaba contemplando esculturas cuya policromía original había desaparecido tras siglos de exposición a los elementos.
La realidad arqueológica nos cuenta una historia radicalmente diferente. Las esculturas de la Antigüedad —esos mármoles que admiramos en museos de todo el mundo— estaban profusamente pintadas con pigmentos brillantes que conferían vida, identidad y significado a las representaciones divinas y humanas. El mármol blanco que tanto admiramos no era el objetivo estético de los antiguos, sino simplemente el soporte sobre el cual construían la verdadera obra de arte: la escultura policromada.
Desmontar este error secular ha sido el trabajo de toda una vida de un arqueólogo alemán: Vinzenz Brinkmann. Su revolución científica no se basa en meras suposiciones, sino en una evidencia abrumadora recuperada gracias a la tecnología más avanzada.
DESVELANDO EL COLOR PERDIDO: CIENCIA Y METODOLOGÍA
La recuperación científica del color antiguo, ya intuido en el siglo XIX, dio un salto decisivo en la década de 1960 en Munich, cuando el arqueólogo Volkmar von Graeve y su colega Hans Christof Wolters desarrollaron técnicas innovadoras utilizando luz ultravioleta para hacer visibles pigmentos desvanecidos sobre superficies de mármol. Estos pioneros demostraron que, bajo condiciones lumínicas específicas, el mármol «blanco» revelaba extensas trazas de policromía invisible al ojo humano.
Entre los estudiantes de von Graeve se encontraba un joven arqueólogo de Gotinga (Göttingen) llamado Vinzenz Brinkmann. En 1980, como becario en Atenas, Brinkmann experimentó una revelación: mientras examinaba esculturas griegas buscando superficies «inacabadas», descubrió inesperadamente numerosas trazas de color. Este hallazgo determinó el curso de su carrera y, con el tiempo, transformaría nuestra comprensión del arte antiguo.
Desde 2007, Brinkmann dirige las colecciones de Antigüedad del Liebieghaus en Frankfurt, convirtiendo este museo en el centro mundial de investigación sobre policromía antigua. Junto a su colaboradora y cónyuge Ulrike Koch-Brinkmann, especialista en técnicas experimentales de pintura antigua, ha desarrollado un riguroso protocolo de investigación que combina tecnología de vanguardia con artesanía tradicional.
Las herramientas del detective cromático
El trabajo de Vinzenz Brinkmann integra diversas técnicas no invasivas que permiten «leer» el color perdido sin dañar los originales. En su método de investigación destaca la fotografía multiespectral, que utiliza diferentes longitudes de onda lumínicas para revelar pigmentos imperceptibles a simple vista. La luz ultravioleta, en particular, hace brillar residuos de pintura que han resistido milenios. La luminiscencia infrarroja, técnica desarrollada recientemente, permite identificar específicamente el azul egipcio, uno de los pigmentos más utilizados en la Antigüedad.
Pero el análisis es solo el primer paso. La verdadera innovación del equipo de Frankfurt reside en su enfoque reconstructivo. Una vez documentadas las trazas de color mediante fotografía y dibujos detallados, Ulrike Koch-Brinkmann realiza pruebas sistemáticas con pigmentos y aglutinantes naturales sobre muestras de mármol, replicando las técnicas antiguas. Solo entonces se procede a crear reconstrucciones tridimensionales a escala real.
Materiales y técnicas de reconstrucción
Las reconstrucciones utilizan los mismos materiales que empleaban los antiguos: ocre rojo y cinabrio para rojos intensos, azurita y azul egipcio para azules profundos, malaquita para verdes, además de oro y plata para elementos de lujo. Los pigmentos se aplican con temple al huevo —el aglutinante orgánico que garantizaba durabilidad— y se finaliza con un tratamiento de cera (ganosis) que protegía la superficie y modulaba su acabado.
Las copias se realizan en diversos materiales según las características del original: mármol auténtico de Tasos o Luna para piezas de alta calidad, mármol artificial o yeso para copias más accesibles, e incluso cristal acrílico translúcido (PMMA) para experimentar con efectos de luz. Para esculturas en bronce, se emplean fundiciones reales en metal, incorporando incrustaciones de cobre, piedras de colores y otros materiales que creaban los efectos visuales deslumbrantes de los originales.
El equipo del Liebieghaus ha realizado numerosas campañas de investigación que los ha llevado a las colecciones más relevantes del mundo. Cada reconstrucción representa años de trabajo: análisis del original, búsqueda de paralelos, experimentación con materiales, y finalmente la aplicación del color sobre réplicas exactas. Pero nunca se consideran definitivas. Como explica Brinkmann, cada reconstrucción es una «hipótesis de trabajo» que evoluciona conforme aparece nueva evidencia o se refinan las técnicas de análisis.

«BUNTE GÖTTER», LA EXPOSICIÓN QUE CAMBIÓ LA VISIÓN DE LA ANTIGÜEDAD
En 2003, Vinzenz Brinkmann y Raimund Wünsche, director de la Glyptothek de Munich, concibieron una exposición revolucionaria: «Bunte Götter – Die Farbigkeit antiker Skulptur» (Dioses Coloridos – La Coloración de la Escultura Antigua). Por primera vez, las reconstrucciones policromadas se exponían junto a los originales antiguos, estableciendo un diálogo visual que desafiaba siglos de condicionamiento estético.
El impacto fue inmediato y visceral. Cuando el Frankfurter Allgemeine Zeitung publicó por primera vez una ilustración de estas reconstrucciones, los lectores manifestaron su indignación ante los colores «chillones». La exposición confrontaba directamente el mito del mármol blanco que había dominado la imaginación occidental durante siglos.
Un éxito mundial sin precedentes
Desde su inauguración en Munich, «Bunte Götter» ha recorrido más de 30 sedes internacionales, atrayendo a más de tres millones de visitantes. Entre los museos que las han acogido figuran los más prestigiosos del mundo: la Ny Carlsberg Glyptotek de Copenhague, los Museos Vaticanos de Roma, el Museo Arqueológico Nacional de Atenas, el Sackler Museum de Harvard, el Kunsthistorisches Museum de Viena, el Museo de Pérgamo de Berlín, el British Museum de Londres, el Ashmolean Museum de Oxford, y finalmente, en 2022-2023, el Metropolitan Museum of Art de Nueva York.

El Met presentó la muestra bajo el título «Chroma: Ancient Sculpture in Color», colaborando directamente con el equipo del Liebieghaus en la reconstrucción de piezas de su propia colección. La prensa estadounidense destacó cómo estas réplicas habían adquirido «un estatus de celebridad que puede eclipsar los artefactos genuinos», señalando que las figuras con «labios rojos, mejillas sonrosadas y atuendos tan vibrantes como cualquier cosa vista en la Gala del Met» estaban transformando la percepción popular del mundo antiguo.
La «Golden Edition» de Frankfurt (2020-2021)
El culmen del proyecto llegó en enero de 2020, cuando el Liebieghaus presentó «BUNTE GÖTTER – GOLDEN EDITION. Die Farben der Antike» (Dioses Coloridos – Edición Dorada. Los Colores de la Antigüedad). Esta exposición ampliada reunió más de 100 objetos, incluyendo 60 reconstrucciones —algunas completamente nuevas— que representaban cuatro décadas de investigación continua.
Entre las novedades destacaban diversas reconstrucciones creadas específicamente para esta edición, financiadas por el Ministerio Federal de Educación e Investigación de Alemania. La muestra permaneció abierta hasta septiembre de 2021, convirtiéndose en la presentación más completa jamás realizada sobre policromía antigua. El catálogo de 344 páginas, con contribuciones de 33 autores internacionales, estableció el nuevo estándar bibliográfico sobre el tema.
La exposición no solo mostraba esculturas griegas y romanas, sino que expandía el horizonte cronológico y geográfico: desde influencias del Próximo Oriente antiguo hasta paralelos con la escultura china contemporánea de la dinastía Qin, demostrando que el impulso de policromía trasciende culturas específicas. También incluía la policromía de bronces antiguos, mostrando que incluso las esculturas en metal —que hoy admiramos por su pátina oxidada— originalmente brillaban con superficies pulidas enriquecidas con incrustaciones de colores.

SIETE OBRAS MAESTRAS REDESCUBIERTAS
A continuación, exploraremos siete de las reconstrucciones más emblemáticas del proyecto Brinkmann. Cada una representa un desafío diferente y ilumina un aspecto distinto de la Antigüedad: desde el esplendor arcaico de los frontones templarios hasta el realismo helenístico, pasando por el retrato imperial romano. Estas obras maestras recuperan ante nuestros ojos la vividez que alguna vez las definió, permitiéndonos vislumbrar la verdadera fisonomía del arte clásico.
EL ARQUERO DEL TEMPLO DE AFAIA EN EGINA
La reconstrucción del arquero «Paris» del frontón occidental del Templo de Afaia en Egina representa la evolución del proyecto Brinkmann. La primera versión (Variante A) se realizó en 1990 sobre un molde de mármol artificial, enfrentando desafíos imprevistos al comprometerse a usar exclusivamente pigmentos naturales auténticos.
Tres décadas después, la Variante C (2019) incorporó nuevas observaciones sobre el dorado, transformando completamente la pieza. El esplendor del oro, aplicado mediante láminas de cobre dorado sobre el gorro frigio y otros elementos, reveló el lujo que los antiguos conferían a sus representaciones sagradas en los frontones templarios. El arquero, originalmente policromado hacia 490-480 a.C., lucía pantalones ornamentados con patrones geométricos en rojo, azul y dorado, mientras su carnación exhibía tonos terrosos naturalistas. Lejos de ser una figura austera en mármol blanco, este guerrero brillaba como una joya en lo alto del templo, visible desde la distancia y proclamando la riqueza y devoción de la polis de Egina.


LA KORÉ DE QUÍOS
La llamada koré de Quíos de la Acrópolis de Atenas (ca. 500 a.C.) ejemplifica cómo el color completaba la estructura formal de la escultura. Esta figura femenina, realizada en mármol insular de grano fino, muestra en su estado actual apenas trazas imperceptibles de su antigua magnificencia cromática.
La reconstrucción del Liebieghaus, ejecutada en cristal acrílico cristalino con pigmentos aplicados en temple, revela una sofisticación asombrosa. El vestido (peplos) de la koré estaba decorado con elaborados patrones ornamentales: meandros, rosetas, esvásticas y figuras animales que cubrían toda la superficie textil. Estos diseños, completamente invisibles en el original desgastado, no eran meros adornos sino elementos estructurales de la composición. El color articulaba pliegues, creaba ritmos visuales y diferenciaba materiales: el himation (manto) en tonos rojos contrastaba con el quitón (túnica) en azules y blancos.
El cabello, trabajado en rizos ondulantes, lucía tonos castaños con reflejos rojizos. Los labios, las mejillas y hasta las uñas estaban delicadamente coloreados. Los ojos —quizás el elemento más perturbador para la sensibilidad moderna— estaban completamente pintados con iris azules o pardos y pupilas negras que conferían a la figura una presencia casi inquietante. Esta koré no era una abstracción ideal sino una presencia viva, una ofrenda votiva que establecía contacto visual directo con los devotos que visitaban el santuario de Atenea.

LOS GUERREROS DE RIACE
Los célebres Guerreros de Riace (ca. 440 a.C.), dos estatuas de bronce descubiertas en el mar cerca de Riace en 1972, representaron uno de los proyectos más ambiciosos del equipo Brinkmann. Estas obras maestras del clasicismo pleno, atribuidas a escultores de la talla de Fidias o Policleto, fueron reproducidas a tamaño natural mediante fundición en bronce a partir de escaneos 3D de alta precisión.
La reconstrucción (2015-2016) incorporó cobre para elementos específicos como los pezones y los labios, piedras de colores para las incrustaciones de los ojos, plata para detalles ornamentales de cascos y armas, y asfalto para crear contrastes oscuros en el cabello y la barba. El resultado fue una revelación: estos guerreros no presentaban la noble pátina verde que admiramos en los originales sumergidos durante milenios, sino superficies brillantes, pulidas como espejos, que reflejaban la luz del sol mediterráneo.
Los dientes eran de plata, los labios de cobre rojizo, los ojos de vidrio coloreado con pupilas de piedra oscura. Las pestañas y cejas estaban realizadas en hilos de cobre insertados individualmente. Los cascos (hoy perdidos) habrían estado decorados con incrustaciones y dorados. El efecto total era deslumbrante: figuras que parecían respirar, guerreros divinos que encarnaban el ideal heroico griego no mediante la abstracción del mármol blanco sino a través de un hiperrealismo cromático que borraba las fronteras entre arte y vida.


EL RETRATO DE CALÍGULA
La reconstrucción del retrato del emperador Calígula de la Ny Carlsberg Glyptotek de Copenhague ilustra la continuidad de las prácticas policromáticas en época romana. Este retrato en mármol, fechado en torno al 37-40 d.C., conserva trazas microscópicas de pigmentos que permitieron una reconstrucción fundamentada.
A diferencia de concepciones previas que limitaban el color en la escultura romana a detalles ornamentales, la reconstrucción de Brinkmann incluyó coloración completa de la piel. El rostro del joven emperador lucía tonos de carnación naturalistas, con gradaciones sutiles que creaban efectos de volumen y vitalidad. Los labios estaban pintados en rojo tenue, las cejas y pestañas en negro. Los ojos, elemento crucial para la expresión, tenían iris pintados que dirigían la mirada imperial hacia el espectador.
El cabello, trabajado en el característico estilo de mechones cortos de época julio-claudia, estaba coloreado en tonos castaños con toques más oscuros para enfatizar el modelado. La toga, apenas sugerida en el busto, habría estado pintada en blanco brillante con ribetes púrpuras que indicaban el rango imperial. Este retrato demuestra que la práctica policromática no solo sobrevivió en el Imperio Romano sino que se adaptó a nuevos contextos estéticos y políticos, donde el retrato realista del emperador se convertía en instrumento de propaganda visual.

LA ESFINGE DEL METROPOLITAN MUSEUM
Una de las colaboraciones más recientes fue la reconstrucción del remate de esfinge de época arcaica del Metropolitan Museum of Art, completada en 2022 para la exposición «Chroma: Ancient Sculpture in Color». Esta pieza, procedente originalmente de un monumento funerario ático de finales del siglo VI a.C., representa la síntesis perfecta entre investigación tradicional y tecnología contemporánea.
La reconstrucción se realizó mediante impresión 3D en polimetilmetacrilato (PMMA), un material que permite efectos de translucidez imposibles con yeso o mármol artificial. Los pigmentos naturales se aplicaron en temple al huevo, siguiendo rigurosamente las técnicas antiguas documentadas. Los detalles metálicos —pendientes, collar y adornos del tocado— se ejecutaron en cobre dorado y estaño dorado.
El resultado revela una criatura mítica de complejidad visual extraordinaria. Las alas desplegadas estaban decoradas con patrones de plumas en azules, rojos y blancos. El cuerpo leonino lucía tonos ocres con manchas más oscuras. El rostro femenino, enmarcado por el elaborado tocado, mostraba carnación rosada con labios rojos y ojos pintados. Los mechones de cabello estaban tratados en negro con reflejos azulados. Las joyas doradas brillaban contra la policromía del cuerpo, creando un efecto de riqueza y poder sobrenatural.
Esta esfinge no era un mero marcador funerario sino una guardiana cromática que mediaba entre el mundo de los vivos y los muertos, su policromía actuando como código visual de su naturaleza liminal.

EL PÚGIL EN DESCANSO
El célebre Púgil en Descanso, descubierto en 1885 en el Quirinal de Roma y conservado en el Museo Nacional Romano, representa una de las cimas del arte helenístico. Esta obra maestra del siglo III a.C. muestra a un boxeador sentado tras el combate, con el cuerpo atlético pero castigado: rostro marcado por cicatrices y contusiones, nariz rota, orejas de coliflor, y una expresión de agotamiento profundo. Las gotas de sangre —ejecutadas mediante incrustaciones de cobre aún visibles en el original— caen sobre su muslo y brazo derechos.
La reconstrucción de Brinkmann (2018), presentada en la exposición «Chroma» del Metropolitan Museum en 2022-2023, fue realizada mediante fundición en bronce a partir de escaneos 3D. Los elementos policromáticos recuperados incluyen incrustaciones de cobre para los labios y las gotas de sangre, ojos con gemas de colores y pupilas de piedra oscura, hematomas representados mediante bronce con alto contenido de plomo que produce coloración verdosa, y tratamiento de superficies con lacas de asfalto y tintes que diferenciaban la carnación brillante del cuerpo de las zonas de cabello, barba y heridas.
El elemento más debatido fueron los himantes (correas de cuero que servían como guantes), reconstruidos con aspecto flamante basándose en representaciones cerámicas. Algunos críticos cuestionaron este contraste entre guantes nuevos y cuerpo golpeado, describiendo las gotas de sangre como «garabatos de kétchup». Sin embargo, la reconstrucción materializa una hipótesis audaz: Brinkmann propone que esta estatua, junto al llamado «Gobernante de las Termas» hallado con ella, representa el combate mítico entre Amico y Polideuces de la saga de los Argonautas, mostrando al boxeador derrotado en el momento posterior a su derrota.
Más allá de las controversias, la reconstrucción del Púgil logra algo extraordinario: el bronce bruñido, las gotas de cobre brillante, los ojos de gemas y la diferenciación cromática entre piel, pelo y heridas crean una presencia visceral que transforma nuestra comprensión del realismo helenístico. No se trata de idealización heroica sino de representación descarnada de la experiencia humana: un atleta agotado cuya humanidad vulnerada interpela directamente al espectador, recordándonos que el arte antiguo era confrontador, no contemplativo.


LA PEQUEÑA HERCULANENSE
Entre las reconstrucciones más recientes creadas para la «Golden Edition» destaca la llamada «Pequeña Herculanense», una estatua femenina que representa el refinamiento de la escultura griega del siglo IV a.C. Esta figura, cuyo original se encuentra en la Albertinum de Dresde, muestra una joven en actitud recatada, con el cuerpo envuelto en finos paños que revelan la maestría del escultor en el tratamiento de los textiles.
La reconstrucción del Liebieghaus reveló una combinación cromática de delicada elegancia. El himation (manto) que envuelve el cuerpo luce un tono verde turquesa luminoso, ejecutado con gradaciones sutiles que articulan los pliegues y caídas del tejido. Este color, lejos de la austeridad que imaginábamos, confiere a la figura una presencia radiante y juvenil. Bajo el manto, el quitón (túnica) presenta decoración floral en tonos rosados y azules sobre fondo claro, visible en la zona del pecho, mientras que en la parte inferior despliega bandas verticales ornamentales en rojos y rosas que enriquecen la composición.
El elemento más sorprendente es la carnación expuesta: brazos, cuello y rostro muestran una modulación cromática extraordinaria con tonos cálidos y naturales. No se trata de un color uniforme sino de gradaciones que crean efectos de luz y sombra. Las mejillas presentan un leve rubor rosado, los labios un rojo más intenso, el cabello castaño oscuro está trabajado con mechones individualizados. Los ojos, con iris pintados y pupilas profundas, establecen contacto directo con el observador.
Esta policromía no pretendía el realismo fotográfico sino una realidad intensificada, una presencia que trascendía la mera imitación para alcanzar lo que los griegos llamaban enargeia: la vividez que hace presente lo ausente, que transforma el mármol inerte en epifanía divina.


CONCLUSIÓN: REDESCUBRIENDO LA ANTIGÜEDAD
El trabajo de Vinzenz Brinkmann y su equipo es, en esencia, una restitución. Restituye el color a la Antigüedad, pero también la humanidad y la viveza a nuestras raíces culturales. El mármol blanco, ideal neoclásico, se revela como un espejismo histórico. La verdadera Antigüedad era un mundo de color vibrante, de superficies que brillaban y palpitaban, de imágenes que aspiraban a la presencia viviente. Y este redescubrimiento, lejos de estar completo, sigue su curso: cada nueva tecnología, cada nuevo análisis, promete devolverle otra capa de su auténtica y gloriosa apariencia a un pasado que, resulta, era mucho más colorido de lo que nunca imaginamos.
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