La Bahía de Abu Qir, un tesoro sumergido de la Historia

estatua faraónica sumergida en la bahía de Abu Qir
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Egipto – Delta del Nilo / Bahía de Abu Qir

 

A unos 22 kilómetros al este de Alejandría se abre la bahía de Abu Qir, un escenario único donde confluyen tres relatos entrelazados: el de la Batalla del Nilo en 1798, el de las primeras exploraciones submarinas modernas del Mediterráneo y el de las antiguas ciudades sumergidas del Delta del Nilo, Thonis-Heracleion y Canopo.
Bajo sus aguas, entre arenas finas y praderas marinas, yacen vestigios que abarcan desde los faraones hasta la era napoleónica, configurando uno de los paisajes arqueológicos subacuáticos más fascinantes del mundo.

 

HISTORIA Y EXPLORACIÓN ARQUEOLÓGICA

La historia arqueológica de Abu Qir comenzó en 1859, cuando el príncipe Omar Toussoun, apasionado por la historia egipcia, identificó junto a pescadores locales estructuras colosales bajo el agua. Sus informes, escritos en francés, constituyen la primera referencia moderna a las ruinas de la bahía.

Un siglo más tarde, en 1961, el investigador Kamel Aboul-Saadat realizó el primer mapa subacuático de Abu Qir, marcando columnas, bloques y pecios, sentando así las bases de la arqueología submarina egipcia. La búsqueda continuó en 1985, con el abogado y explorador francés Jacques Dumas, que, con la ayuda del propio Aboul-Saadat, logró localizar los restos de la flota francesa destruida en la Batalla del Nilo. Se identificaron los pecios de L’Orient —el buque insignia de Napoleón—, La Sérieuse y Le Guerrier, recuperando artillería, monedas, instrumentos de navegación y objetos cotidianos de los marineros. La muerte repentina de Dumas detuvo las investigaciones.

El capítulo más revelador se inició en 1996, cuando el equipo de Franck Goddio y el Institut Européen d’Archéologie Sous-Marine (IEASM) cartografió sistemáticamente todo el fondo de la bahía, utilizando tecnología de sonar de barrido lateral, magnetometría y fotogrametría digital. Los resultados superaron cualquier expectativa: además de los restos de los navíos napoleónicos, emergieron las ciudades sumergidas de Thonis-Heracleion y Canopo, desaparecidas desde hace más de mil años.

THONIS – HERACLEION. LA GRAN PUERTA DE EGIPTO

A unos 6–7 km mar adentro frente a Abu Qir, y a 30 km al noreste de Alejandría, se extienden los restos de Thonis-Heracleion, la que fue durante siglos la gran puerta marítima de Egipto.
Los egipcios la conocían como Thonis; los griegos, que llegaban atraídos por su prosperidad, la llamaron Heracleion. Su situación en la desembocadura del brazo canópico del Nilo le otorgaba el control del tráfico comercial y de los tributos de aduana que entraban al país del Nilo, cuando Alejandría aún no existía.

Historia de la ciudad

Thonis-Heracleion fue fundada hacia el siglo VIII a. C., durante el Tercer Periodo Intermedio, y alcanzó su esplendor en los siglos VI a IV a. C. Desde su puerto llegaban los vinos, aceites y cerámicas del mundo egeo, mientras los barcos egipcios exportaban cereales, lino y papiro. La ciudad fue también un centro religioso de primer orden: aquí se alzaba el gran templo de Amón-Gereb, donde los faraones acudían para recibir los títulos divinos antes de coronarse en Menfis. En torno al santuario principal se extendían otros templos dedicados a Neit, Osiris y Horus, unidos por canales navegables y muelles de piedra.

Las fuentes antiguas describen una urbe atravesada por vías de agua, con embarcaderos, almacenes y barrios residenciales levantados sobre islotes artificiales. Sus columnas y estatuas de granito testimoniaban la riqueza de un puerto cosmopolita, donde convivían sacerdotes egipcios, mercaderes griegos y navegantes fenicios.

El destino de la ciudad cambió tras la fundación de Alejandría en 331 a. C.. El nuevo puerto ptolemaico absorbió el comercio internacional y Thonis-Heracleion inició un lento declive. Hacia los siglos VIII-IX d. C., una combinación de terremotos, licuefacción del terreno y hundimiento progresivo del delta provocó su desaparición. Con la licuefacción, el terreno saturado en agua pierde su solidez y se comporta como arenas movedizas ante un seismo. Los templos y casas se desplomaron en cadena, quedando sepultados bajo el limo y la arena. Durante más de mil años, el recuerdo de la ciudad se perdió, conservado solo en inscripciones y leyendas.

 

pies de una estatua colosal en Thonis-Heracleion
Parte inferior de una estatua colosal en Thonis-Heracleion (foto: Christoph Gerigk)

Redescubrimiento y excavaciones

Durante más de un milenio, Thonis-Heracleion permaneció sepultada bajo las aguas del Delta. Gracias a los trabajos de Franck Goddio y el Institut Européen d’Archéologie Sous-Marine (IEASM), se obtuvieron imágenes de un entramado urbano intacto, oculto bajo una delgada capa de sedimentos: templos, muelles, canales y embarcaciones aparecían como si el tiempo se hubiera detenido en el momento mismo del hundimiento.

Desde entonces, las campañas de excavación han permitido cartografiar más de 11 km² de yacimiento y recuperar miles de objetos que devuelven vida y forma a la antigua Thonis. Cada hallazgo contribuye a reconstruir el paisaje de una ciudad que fue santuario y aduana, puerto y templo a un tiempo. Entre los descubrimientos más notables destacan los colosos de granito rosa y negro, de más de cinco metros de altura, que representaban al faraón y a la reina. Rescatados del fondo y restaurados, hoy se alzan imponentes en el Gran Museo Egipcio (GEM) de Guiza.

Otro hallazgo de valor excepcional es la estela de Nectanebo I (380 a. C.), un decreto real inscrito en granodiorita que regula los impuestos sobre las mercancías extranjeras. Su texto confirma el papel de Thonis-Heracleion como principal punto aduanero de Egipto, donde se controlaban las rutas comerciales que unían el Nilo con el Mediterráneo.

 

Estela de Nectanebo hallada en Thonis-Heracleion, Abu Qir
Estela de Nectanebo (foto: Christoph Gerigk)

 

El fondo de la bahía devolvió también más de sesenta embarcaciones hundidas, muchas de época faraónica y ptolemaica, aún posadas en los canales que recorrían la ciudad. Junto a ellas aparecieron muelles de piedra, anclas de madera y plomo, y restos de almacenes portuarios. En el entorno de los templos, los arqueólogos hallaron los restos de un santuario dedicado a Osiris, donde las ofrendas quedaron selladas por el limo: cestas, semillas, frutas y objetos rituales intactos, conservados en la oscuridad durante más de dos mil años.

Entre los hallazgos más singulares figura un navío ptolemaico descubierto en 2021, de unos 25 metros de eslora. Construido con técnica greco-egipcia, combina un casco plano adaptado a las aguas del delta con refuerzos propios de la ingeniería naval helénica. Quedó sepultado bajo los escombros del templo de Amón, colapsado tras un terremoto en el siglo II a. C.

Las campañas más recientes (2022–2024) han ampliado el conocimiento del conjunto monumental. En ellas se ha identificado un santuario anexo al templo principal y un templo greco-egipcio dedicado a Afrodita, evidencia tangible de la convivencia entre los cultos egipcios y griegos en los últimos siglos de vida de la ciudad.

Pese a los avances, apenas un 5 % del área total ha sido excavado. El resto continúa sumergido bajo el limo, protegido por las condiciones anaeróbicas del delta que han permitido una conservación excepcional. Las imágenes obtenidas por el IEASM muestran un entramado urbano de canales, patios y santuarios que devuelven la escala monumental de una urbe perdida. Es, en palabras de Goddio, “un milagro arqueológico, una Pompeya bajo el agua”.

 

escultura egipcia hallada en Tonis-Heracleion
Hallazgo en Tonis-Heracleion por el equipo de F.Goddio (foto: Hilti Foundation)
esculturas de Thonis-Heracleion en el GEM
Esculturas de Tonis-Heracleion en el GEM (foto: Fadel Dawod)

 

CANOPO. LA CIUDAD DE LA FE Y EL PLACER

A tan solo 2 kilómetros de la costa actual de Abu Qir, bajo 4 a 5 metros de agua, reposan los restos de Canopo, una de las ciudades más célebres del Egipto antiguo. 
En tiempos faraónicos, Canopus fue un lugar de culto y sanación; en época helenística, un santuario cosmopolita donde el mundo egipcio y el griego se encontraron bajo el mismo techo divino. Su nombre, recordado por escritores clásicos como Estrabón y Plinio, evocaba un puerto próspero, colmado de templos, villas y jardines, a orillas del brazo canópico del Nilo, el más occidental de los que desembocaban en el Mediterráneo. Esta ciudad fue durante siglos un famoso centro de peregrinación y recreo, conocido por su santuario de Serapis y sus festividades.

La ciudad y su historia

Canopo nació como poblado portuario vinculado a Menfis y Saís, y pronto adquirió carácter sagrado por la presencia de un santuario dedicado a Osiris-Canopo, forma local del dios de la resurrección. Durante el periodo ptolemaico y romano, el lugar alcanzó un enorme prestigio gracias al culto a Serapis, divinidad sincrética que unía elementos de Osiris y Zeus, y cuyo templo —el Serapeo de Canopo— atrajo peregrinos de todo el Mediterráneo oriental.

Los textos antiguos describen la ciudad como un centro de festividades, música y procesiones nocturnas que remontaban el Nilo hasta Alejandría. Aquí se alzaban baños termales, hospedajes y villas de recreo pertenecientes a la élite alejandrina, que acudía en verano a disfrutar de su clima templado y de sus aguas sagradas.
En el siglo IV d. C., Canopo aún conservaba su reputación de santuario de curación, hasta que los terremotos, la inestabilidad del delta y el progresivo ascenso del nivel del mar acabaron por arrastrarla al fondo de la bahía.

 

cabeza de faraón hallada en Canopo, en la bahía de Abu Qir
Cabeza de escultura de un faraón ptolemaico hallada en Canopo (foto: Christoph Gerigk)

 

Exploración arqueológica y hallazgos

El equipo de Franck Goddio identificó los restos de Canopo en la misma franja litoral donde se localizó Thonis-Heracleion. Las prospecciones subacuáticas revelaron una trama urbana perfectamente reconocible: calles pavimentadas, basas de columnas, muelles alineados y los restos de amplias estructuras residenciales que testimonian la prosperidad de la ciudad.

En el centro del conjunto destaca el Serapeo, un templo monumental orientado al oeste, cuyas cimentaciones y escalinatas se conservan bajo el limo. En su entorno se recuperaron estatuas de basalto y granito, fragmentos de inscripciones griegas, ofrendas votivas y cerámicas importadas de Rodas, Delos y Asia Menor, testimonio de la intensa conexión de Canopo con el mundo helenístico.

Junto al templo principal se documentaron canales y dársenas que comunicaban directamente con el mar y con el antiguo curso del Nilo, lo que permitía el acceso de barcos de pequeño calado y la llegada de peregrinos desde Alejandría. Entre los hallazgos más notables se encuentran elementos arquitectónicos de más de cinco toneladas, caídos en bloque durante los hundimientos sucesivos que afectaron al delta entre los siglos II y VIII d. C. La ciudad muestra, además, un rostro más íntimo: los restos de viviendas con patios y pozos, mosaicos de piedra local y fragmentos de relieves votivos.

En agosto de 2025, el Ministerio de Turismo y Antigüedades de Egipto, en colaboración con el IEASM, recuperó de las aguas de Canopo varias piezas monumentales tras veinticinco años sin extracciones. Entre los hallazgos destacan una esfinge de Ramsés II, una estatua romana de mármol y  fragmentos de antiguos templos de piedra caliza.

 

rescate de esculturas de Canopo en Abu Qir
Esculturas de la ciudad sumergida de Canopo (foto: Ministerio de Turismo y Antigüedades de Egipto)

 

LA BATALLA DEL NILO (1798)

En estas mismas aguas tuvo lugar, el 1 de agosto de 1798, la Batalla del Nilo (Abukir), cuando la flota británica de Horatio Nelson aniquiló a la escuadra francesa anclada en Abu Qir. La explosión del L’Orient, el buque insignia de Napoleón, iluminó la bahía durante la noche y marcó el destino de la campaña egipcia.
Los pecios localizados por Goddio han permitido reconstruir la disposición táctica de los navíos y rescatar piezas de artillería, monedas, utensilios y objetos personales que hoy documentan con precisión aquel enfrentamiento.

 

vestigios del L'Orient en la bahía de Abu Qir
Cañones del buque insignia francés L’Orient (foto: Christoph Gerigk)

 

QUÉ VER

Los yacimientos subacuáticos de Abu Qir no son accesibles al público, pero la experiencia puede complementarse en tierra firme.

ABU QIR

El pequeño pueblo pesquero de Abu Qir, situado sobre un promontorio arenoso frente al mar, conserva el ambiente tranquilo de una aldea del delta. Desde su puerto parten las embarcaciones científicas que asisten a las misiones del IEASM, y en sus playas aún se reconocen fragmentos de cerámica arrastrados por las corrientes.

ALEJANDRÍA

En la ciudad de Alejandria, a unos 21 km (45 minutos) encontramos tres museos donde se exhiben los hallazgos más representativos de las ciudades sumergidas: el Museo Nacional de Alejandría, el Museo Grecorromano y el Museo de Antigüedades de la Biblioteca Alexandrina.  En el Museo Nacional de Alejandría se mantiene una exposición temporal, “Secretos de la ciudad sumergida”, que permite contemplar de cerca los rostros pétreos de los dioses que un día presidieron los templos de Thonis y Canopo.

La carretera costera que une Abu Qir con Alejandría ofrece un recorrido panorámico sobre el litoral oriental del delta. Desde aquí se observan las lagunas interiores, los brazos muertos del Nilo y el contraste entre la moderna línea industrial y las tranquilas aguas donde, bajo el silencio, duermen las antiguas ciudades.

¿Te gustaría poder bucear entre estos restos algún día? ¿Qué ciudad sumergida te fascina más? Déjanos tu opinión en los comentarios

MÁS INFORMACIÓN

Para profundizar, se puede visitar la web del equipo descubridor franckgoddio
Institute Européen d'Archéologie Sous-Marine. ieasm

 

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