El Tesoro de Begram: arte romano, indio y chino en el Imperio kushán
En el centro del valle del Panjshir, a unos ochenta kilómetros al norte de Kabul (Afganistán), se encuentra Begram, la antigua Kapisa, una de las capitales del Imperio kushán. En este enclave estratégico, situado en la salida meridional de los pasos del Hindu Kush, se descubrió a mediados del siglo XX un excepcional conjunto de objetos de Asia Central: el Tesoro de Begram.
El hallazgo reúne miles de objetos procedentes del Mediterráneo romano, India y China, depositados en dos salas selladas de un edificio palaciego. Su importancia radica en que es una muestra clave del intercambio de bienes, estilos artísticos y tecnologías entre las grandes potencias del mundo antiguo. En Begram se entrelazan el vidrio romano, la laca china de la dinastía Han y los marfiles indios, en un entorno centroasiático. El resultado es un corpus excepcional, muestra de la naturaleza cosmopolita del Imperio kushán.

HISTORIA DEL TESORO DE BEGRAM
El Imperio kushán (siglos I–III d.C.) fue fundado por el pueblo nómada de los yuezhi, asentado en Bactria tras la caída del Reino grecobactriano. Bajo reyes como Vima Kadphises y Kanishka I, el imperio controló extensos territorios – por los actuales países de Afganistán, Pakistán, India, Tayikistán, Uzbekistán y el sur de Turkmenistán -, desde el Oxus hasta el Ganges, articulando una red que unía Asia Central con el noroeste de la India y con las redes comerciales que conectaban con China y el Mediterráneo.
Kapisa era una de las residencias de la corte, probablemente de verano, utilizada en los meses cálidos. Su posición entre Bactria y Gandhāra facilitaba la llegada de bienes procedentes de puertos del océano Índico y de caravanas que atravesaban los pasos montañosos en dirección a China.
Las excavaciones francesas (1936–1940)
El Tesoro se descubrió durante las campañas arqueológicas llevadas a cabo por la Delegación Arqueológica Francesa en Afganistán (DAFA). En 1937, Ria Hackin dirigió el equipo que descubrió la primera sala del tesoro. Dos años después, en 1939, fue hallada la segunda sala. Las excavaciones, bajo la dirección general de Joseph Hackin, continuaron hasta 1940. El arquitecto Jean Carl acompañó a los Hackin y participó en los trabajos de excavación y documentación.
Las excavaciones sacaron a la luz un complejo palaciego de época kushán. En su ala meridional se localizaron dos estancias —las denominadas Habitaciones 10 y 13—, con sus puertas selladas en la Antigüedad. En el interior descubrieron un conjunto de objetos excepcionalmente bien conservados: aproximadamente 180 vasos de vidrio, bronces, fragmentos de laca china, más de mil placas decorativas de marfil y hueso, alabastro y elementos de mobiliario. La disposición de los objetos, muchos apilados y otros ordenados a lo largo de las paredes, indica que se depositaron así intencionadamente.
El trágico destino de los excavadores
Ante el avance alemán durante la II Guerra Mundial, Jean Carl, viajó a Londres en 1940, mientras Joseph y Ria Hackin se unían a las Fuerzas Francesas Libres. Desgraciadamente, en febrero de 1941, ambos esposos murieron cuando su barco, el Jonathan Holt, fue torpedeado por un submarino alemán en el Atlántico Norte mientras realizaban una misión para la Francia Libre. Sus cuerpos nunca fueron recuperados. Su amigo y compañero, Jean Carl, se suicidó tras conocer la luctuosa noticia.
Datación y momento del depósito
Los estudios estilísticos, tecnológicos y comparativos realizados sitúan las fechas de fabricación de los objetos del Tesoro de Begram entre finales del siglo I a.C. y los siglos I y II d.C. Algunos vidrios romanos, marfiles indios y laca china son claramente de este periodo temprano. Sin embargo, el sellado de las salas se produjo a mediados del siglo III d.C., coincidiendo con una fase de abandono del complejo.
Este desfase temporal ha generado debate académico. Durante décadas se interpretó el conjunto como un tesoro real acumulado durante siglos y oculto ante una amenaza externa, posiblemente la conquista sasánida. Otras investigaciones sugieren que podría tratarse de un almacén comercial de mercancías de lujo destinadas al comercio de larga distancia, sellado por razones que áun se discuten.
La historia moderna: partición, pérdidas y recuperación
Tras las excavaciones, el tesoro se dividió según el sistema de partage, por el cual una parte pasó al Museo Nacional de Afganistán en Kabul y otra al Musée Guimet de París.
La parte afgana sufrió numerosas pérdidas. El museo de Kabul cerró en 1978 debido a la inestabilidad política. Durante la guerra civil de los años 1990, el museo fue saqueado repetidamente. Muchos marfiles y objetos pequeños fueron robados y acabaron en el mercado negro internacional. Tras la caída del régimen talibán en 2001 se inició un proceso de recuperación de piezas, que culminó tres años después, en 2004. En 2011, parte de la colección afgana fue exhibida temporalmente en el British Museum como parte de la exposición «Afghanistan: Crossroads of the Ancient World», permitiendo al público internacional contemplar estos objetos tras décadas de inaccesibilidad.
Desde la toma de Kabul por los talibanes en 2021, la situación del tesoro en el Museo Nacional de Afganistán es incierta. No existe un inventario público actualizado que permita conocer con precisión qué piezas se conservan ni en qué condiciones.
El Tesoro de Begram es, no solo un hito arqueológico, sino una muestra de la fragilidad del patrimonio cultural ante los conflictos armados, y del importante papel de la cooperación científica internacional en su preservación.

QUÉ VER DEL TESORO DE BEGRAM
Los objetos del tesoro de Begram se distribuyen principalmente entre dos instituciones: el Musée National des Arts Asiatiques – Guimet (París) y el Museo Nacional de Afganistán (Kabul). Cada una conserva un conjunto representativo del hallazgo, aunque el Guimet alberga una parte especialmente amplia de las piezas romanas y de algunos de los marfiles más completos, mientras que Kabul custodia una colección significativa de marfiles y otros objetos.
EL MUSEO GUIMET DE PARÍS
En el Musée national des Arts asiatiques–Guimet, en París, se conserva hoy una de las partes más significativas del Tesoro de Begram. El espacio expositivo adopta una perspectiva esencialmente comparativa. Sus vitrinas buscan mostrar cómo, en un mismo espacio palaciego de Kapisa, pudieron coexistir materiales y tradiciones estéticas que habitualmente se estudian de manera separada en la historiografía: vidrio romano de talleres alejandrinos y sirio-palestinos, marfiles indios tallados con técnicas propias de los talleres del noroeste del subcontinente, bronces grecorromanos con iconografía helenística tardía, y laca producida en talleres de la dinastía Han.
Los marfiles indios
El recorrido del museo nos lleva a las salas dedicadas a Afganistán y Pakistán, donde los marfiles de Begram ocupan un lugar central. Las más de mil placas y figuras decorativas, que originalmente formaban parte de mobiliario de lujo —cofres, tronos, respaldos de sillas y elementos arquitectónicos menores—, aparecen reconstruidas o expuestas de manera aislada, según su estado de conservación.
La restauración, realizada tras su llegada a Francia, mostró que estos marfiles se tallaron en piezas muy delgadas, muchas de ellas clavadas o encastradas sobre madera mediante remaches de aleación de cobre. La técnica revela un dominio absoluto del relieve bajo y la preferencia por composiciones que combinaban figuras humanas, motivos florales y arquitecturas simbólicas. Los análisis identificaron trazas de pigmentos rojos y azules alternados, por lo que, originalmente, estas piezas estaban policromadas.

Una de las piezas más famosas es la conocida como Deux figures féminines sous un portique. Dos mujeres se presentan bajo un sistema de columnas y arquitrabe que, aunque estilizado, remite a estructuras reales del noroeste indio. El trabajo del marfil, fino y preciso, permite distinguir los pliegues de las vestimentas, los collares, las hebras del cabello y los contornos del espacio arquitectónico. Esta pieza, recuperada en la sala 13 del palacio de Kapisa, ejemplifica cómo los talleres indios producían obras destinadas a clientes que apreciaban tanto la figuración narrativa como el refinamiento técnico. Al reunirse en Begram con vidrios mediterráneos y lacas chinas, estas placas nos enseñan el carácter cosmopolita de la decoración palaciega kushán.

El origen exacto de estos marfiles sigue siendo objeto de debate. La investigadora Sanjyot Mehendale propuso que se produjeron en talleres locales del noroeste de la India de la mano de grupos itinerantes de comerciantes y artesanos familiarizados con las convenciones estilísticas e iconográficas de varias tradiciones indias. Las comparaciones estilísticas muestran resonancias con las tradiciones artísticas de Sanchi, Mathura, Amaravati, Nagarjunakonda y Kanganhalli.
El vidrio romano
Las vitrinas dedicadas al vidrio romano constituyen otro de los focos del Tesoro. Se conserva uno de los repertorios más completos de vidrio de lujo procedente del Mediterráneo oriental hallados fuera de su zona de producción. Begram alberga una de las mayores concentraciones de vidrio esmaltado romano conservadas en el mundo. En el museo pueden verse copas de cuerpo esbelto, botellas globulares, recipientes con decoración aplicada y vasos pintados al esmalte.

La conservación de la pintura en estos vasos es excepcional. Los análisis realizados confirmaron el uso de pigmentos minerales aplicados sobre vidrio por medio de una capa de esmalte que posteriormente se cocía a baja temperatura. Este procedimiento, extremadamente delicado, explica la escasez de vasos esmaltados completos en todo el ámbito mediterráneo y otorga al conjunto de Begram un valor documental incuestionable.

La colección de vidrio incluye también recipientes zoomorfos, entre ellos el célebre frasco en forma de pez, soplado en un molde y luego trabajado a mano para acentuar las aletas y la curva de la cola. Estos objetos, probablemente fabricados en talleres alejandrinos durante el siglo I d.C., no se encuentran en el área mediterránea. Es posible que se produjeran para su exportación en circuitos de distribución especializados o encargos particulares.

Los bronces grecorromanos
Los bronces grecorromanos reunidos en Guimet completan este retrato cosmopolita. Destaca una máscara de Sileno, figura asociada al cortejo dionisíaco. El rostro, marcado por una barba ondulada y por la expresión distendida del personaje, está trabajado en bronce vaciado y presenta restos mínimos de incrustación. Su presencia en Begram no implica necesariamente prácticas cultuales dionisíacas, sino la circulación de repertorios iconográficos helenísticos en Asia Central, donde se reinterpretaron en clave local.

Otra pieza crucial del conjunto conservado en París es el llamado “acuario” de bronce. Se trata de un recipiente circular, decorado en su pared exterior con escenas marinas repujadas, y, en su interior con varios peces de bronce suspendidos mediante finas cadenas. El efecto visual, cuando el recipiente se llenaba de agua, debía ser sorprendente: los peces se movían con discreción en el líquido, generando un pequeño universo animado.

Medallones de yeso y lacas chinas
El museo dedica también espacio a aproximadamente 50 medallones y discos de yeso con escenas mitológicas helenísticas: Ganímedes, Endimión, Selene. Estas piezas, probablemente obtenidas como modelos de talleres de orfebrería o como elementos decorativos secundarios, indican que en Begram circulaban imágenes que servían como repertorio iconográfico.
Los fragmentos de laca china hallados en Begram, aunque menos numerosos que los vidrios y marfiles, son testimonios extraordinarios del comercio transcontinental. Los estudios comparativos permitieron fechar estas lacas en el periodo comprendido entre el 74 a.C. y el 23 d.C., correspondiente a las dinastías Han Occidental y Xin. Su presencia en Begram sugiere interacciones políticas y económicas entre la aristocracia local y el extremo oriental de Asia.
Guimet ofrece la interpretación más completa y matizada del Tesoro de Begram disponible en Europa, y subraya el papel de Afganistán como uno de los grandes puentes culturales del mundo antiguo.

EL MUSEO NACIONAL DE AFGANISTÁN DE KABUL
La parte del Tesoro de Begram que pertenece al Estado afgano y forma parte del inventario del Museo Nacional de Afganistán está compuesta principalmente por marfiles tallados, fragmentos de mobiliario, piezas menores de bronce y un número reducido de recipientes o fragmentos de vidrio romano.
Los marfiles proceden de muebles y elementos decorativos que formaron parte de las dos habitaciones selladas del palacio kushán. Entre ellos se encuentran placas figuradas, elementos arquitectónicos tallados, fragmentos de paneles ornamentales y piezas laterales con perforaciones de fijación que permiten entender la manera en que estos elementos se integraban en estructuras de madera hoy desaparecidas. Estos marfiles son fundamentales para reconstruir la técnica de los talleres indios del noroeste del subcontinente y para comprender la complejidad del mobiliario de Kapisa en los siglos I y II d.C.

Además de los marfiles, el inventario afgano cuenta con fragmentos de vidrio romano, aunque menos espectaculares que los grandes vasos conservados en París. Entre los materiales identificados previamente se encuentran bordes, bases sopladas en molde y paredes facetadas pertenecientes a recipientes hoy incompletos.

Los bronces asociados al núcleo afgano del tesoro comprenden elementos pequeños —asas, apliques, piezas utilitarias de recipientes o accesorios— que complementan la información proporcionada por los bronces completos conservados en Francia.
A día de hoy, debido a la situación política y a la ausencia de un inventario público actualizado, no es posible determinar con precisión qué parte del Tesoro de Begram se encuentra accesible al público ni en qué condiciones se conservan.

INTERPRETACIÓN HISTÓRICA DEL TESORO DE BEGRAM
Un tesoro aristocrático
La variedad de materiales y procedencias indica que el tesoro estaba destinado a un uso aristocrático. Los vidrios romanos, los marfiles indios y las lacas chinas no eran productos de uso cotidiano, sino artículos de lujo. Las aproximadamente 180 piezas de vidrio señalan el alto estándar de la corte kushana, con un consumo donde se combinaban tradiciones indias, iranias y mediterráneas.
Rutas comerciales y redes de intercambio
La localización de Kapisa y los hallazgos arqueológicos señalan la importancia del comercio internacional. Los objetos podían llegar desde puertos del océano Índico a través del Indo, o desde el Mediterráneo oriental mediante redes caravaneras que atravesaban el Irán parto y Asia Central. Del mismo modo, las rutas terrestres conectaban Kapisa con mercados chinos de época Han.
El debate sobre la naturaleza del tesoro
Durante décadas, de forma mayoritaria, se consideró el conjunto como un tesoro real acumulado durante generaciones y oculto ante una amenaza externa. Sin embargo, investigaciones recientes plantean una hipótesis alternativa: que las dos salas selladas pudieran haber funcionado como almacén comercial de mercancías de lujo en espera de ser distribuidas a lo largo de las rutas comerciales.
Esta interpretación se basa en varios argumentos. Primero, la concentración temporal de los objetos en el siglo I d.C., más que una acumulación secular. Segundo, la naturaleza de algunos objetos que parecen más propios de inventario comercial que de uso palatino. Tercero, la necesidad de almacenes seguros para proteger mercancías durante los largos periodos que requería el comercio de larga distancia en la Antigüedad.
El sellado de las salas indica la intención de sus propietarios de proteger su contenido. Que no pudieran volver a recuperarlo sugiere un abandono repentino del complejo, quizá relacionado con cambios políticos internos, la presión militar sasánida sobre las fronteras occidentales del imperio kushán, o alteraciones en las rutas comerciales.

CONCLUSIÓN
El Tesoro de Begram es uno de los testimonios arqueológicos más significativos de la profunda interconexión cultural de Eurasia durante los primeros siglos de nuestra era. Su composición —vidrio romano, marfil indio, bronce mediterráneo, laca china— prueba cómo las élites kushanas integraron objetos de diferentes procedencias en busca del lujo y el refinamiento.
Más allá de su valor estético, el tesoro documenta las redes comerciales que unían el Mediterráneo con China, pasando por Asia Central y el subcontinente indio. Begram se revela como uno de los grandes nodos de intercambio cultural del mundo antiguo, donde convergían tradiciones artísticas, tecnologías de producción y sistemas de valores estéticos de tres grandes civilizaciones.
La historia moderna del tesoro, marcada por su división, los saqueos sufridos durante las guerras en Afganistán y los esfuerzos de recuperación internacional, subraya la fragilidad del patrimonio cultural en contextos de conflicto y la necesidad de cooperación internacional para su preservación.
MÁS INFORMACIÓN MUSÉE NATIONAL DES ARTS ASIATIQUES - GUIMET. guimet.fr
