Éfira, las puertas del Hades en Epiro

Éfira – Tesprotia / Kichyros (Epirus)
En el noroeste de Grecia, en la región del Epiro, se encuentra el antiguo asentamiento de Éfira, situado dentro de la actual unidad regional de Tesprotia. El yacimiento se localiza sobre una colina cercana al pueblo de Mesopotamo, a pocos kilómetros del curso del río Aqueronte. En las fuentes clásicas se menciona con el nombre de Ephyra, y era conocido por su relación con los antiguos cultos asociados al inframundo.
HISTORIA DE ÉFIRA
Éfira, en la región de Tesprotia, fue uno de los asentamientos más antiguos del Epiro. Su ocupación está documentada desde el final de la Edad del Bronce, hacia los siglos XIV–XIII a. C., cuando se estableció una comunidad fortificada vinculada al ámbito micénico. El lugar continuó habitado durante la época arcaica y clásica, y aparece citado por Homero, Estrabón y Polibio, siempre asociado al territorio de la Elaeatis, junto al río Aqueronte. Su nombre estuvo ligado desde la Antigüedad a los cultos del inframundo que dieron origen al posterior oráculo de los muertos.
En el período helenístico (siglo III a. C.), Éfira experimentó un nuevo auge. Se reforzaron sus defensas con una fortaleza helenística que aprovechó el trazado de los antiguos muros micénicos, y se construyó en sus inmediaciones el gran complejo que la tradición identificó como el Necromantéion del Aqueronte.
La historia de Éfira concluyó tras la campaña de Lucio Emilio Paulo en el 167 a. C., cuando las legiones romanas destruyeron las principales ciudades del Epiro. El asentamiento quedó abandonado, y siglos más tarde se levantó sobre sus ruinas el monasterio de Agios Ioannis Prodromos, que conservó la memoria del antiguo santuario.

EL MITO DE ODISEO Y EL ORÁCULO DE LOS MUERTOS
En el canto XI de la Odisea, Homero narra cómo Odiseo, siguiendo las indicaciones de Circe, viaja al Hades para consultar al adivino Tiresias. El héroe llega “a las riberas del Aqueronte, donde confluyen el Cocito y el Piriflegetonte”, y allí ofrece libaciones de vino, miel y sangre a las almas de los muertos.
La descripción homérica coincide de forma sorprendente con el paisaje real del valle del Aqueronte, donde varios ríos se unían antiguamente en una zona pantanosa conocida como el lago Aquerusia. Este escenario geográfico, unido a la existencia en sus cercanías de un santuario subterráneo, reforzó desde época clásica la identificación de Éfira como el lugar donde Odiseo descendió al inframundo.
Los griegos creían que en este punto existía un oráculo de los muertos, el Necromantéion del Aqueronte, donde los vivos podían comunicarse con las almas de los difuntos. Heródoto menciona que incluso Periandro de Corinto, uno de los Siete Sabios, habría enviado mensajeros para consultar a su esposa muerta, prueba de la fama que este oráculo alcanzó en el mundo griego.
Los rituales descritos por las fuentes eran complejos. Los peregrinos debían purificarse con ayunos, sacrificios y libaciones antes de descender a las galerías oscuras que simbolizaban el tránsito al reino de Hades. En la cámara central, a la luz de antorchas, los sacerdotes invocaban a las sombras, y las respuestas obtenidas eran interpretadas como mensajes de los muertos.
Las excavaciones realizadas en el siglo XX revelaron bajo el santuario un entramado de galerías subterráneas en tres niveles, con una cámara principal cuadrangular construida con muros de piedra ciclópea. Durante décadas se interpretó este complejo como el “laberinto del Hades”, una recreación física del mundo subterráneo descrito por Homero. Los estudios más recientes, sin embargo, sugieren que parte de estas estructuras pudieron tener originalmente un uso práctico, como almacenes o bodegas helenísticas, más tarde adaptados con fines rituales. Aun así, la atmósfera simbólica del lugar, su ubicación junto al Aqueronte y la persistencia del mito han hecho de Éfira uno de los escenarios más singulares y evocadores de la religión griega antigua.

QUÉ VER EN ÉFIRA
El yacimiento de Éfira se integra en un entorno natural de gran belleza, y conserva restos que permiten comprender su historia y su papel en la mitología griega.
ACRÓPOLIS MICÉNICA
En la colina que domina el valle del Aqueronte se conservan los restos de la acrópolis micénica, con tramos visibles de tres murallas superpuestas: dos correspondientes a los siglos XIV–XIII a. C. y una tercera, más tardía, de época helenística. Los bloques ciclópeos y las plataformas internas revelan la importancia defensiva y simbólica del lugar.
Desde su altura se controla visualmente el valle y las rutas que conectaban el interior del Epiro con la costa jónica, lo que explica su elección estratégica. Los túmulos funerarios próximos, datados en el siglo XII a. C., se asocian a esta fase temprana, mostrando la continuidad entre espacio habitado y ámbito funerario.

TÚMULOS FUNERARIOS
En una meseta cercana se alzan tres túmulos funerarios de cámara, pertenecientes al final de la Edad del Bronce. Su disposición, orientada hacia la colina fortificada, refleja la relación simbólica entre los vivos y sus antepasados. Estas sepulturas colectivas, posiblemente destinadas a familias de rango elevado, confirman la existencia de una comunidad jerarquizada en el Epiro micénico.
NECROMANTEION DEL AQUERONTE (Νεκρομαντεῖον τοῦ Ἀχέροντα)
A unos quinientos metros al sur de la acrópolis se encuentra el Necromanteion del Aqueronte, identificado tradicionalmente con el oráculo de los muertos mencionado por las fuentes antiguas. El recinto conserva parte de su estructura helenística y un conjunto de galerías subterráneas accesibles al público.
El visitante desciende por un recorrido adaptado hasta las cámaras inferiores, donde se aprecia la disposición original de los pasadizos y bóvedas de piedra. En la planta superior se localizan las estancias interpretadas como áreas de preparación ritual, junto a un pequeño museo que expone cerámicas, lámparas y reproducciones de objetos votivos hallados en el lugar.
Sobre las ruinas del oráculo se alza el monasterio bizantino de Agios Ioannis Prodromos, erigido varios siglos después.


EL VALLE DEL AQUERONTE
El entorno natural es parte inseparable de la experiencia. El río Aqueronte, de aguas claras y frías, atraviesa gargantas profundas rodeadas de vegetación. Existen senderos señalizados que permiten caminar junto a su cauce, y empresas locales organizan pequeños recorridos fluviales en verano. Al atardecer, la luz dorada sobre las colinas recuerda por qué este paisaje fue asociado desde la Antigüedad con el umbral del más allá.
VISITAS CERCANAS
El viajero que llega a Éfira puede prolongar su recorrido por el valle del Aqueronte, descubriendo otros enclaves arqueológicos y naturales que completan la experiencia sin alejarse demasiado. En menos de una hora, el entorno ofrece una combinación perfecta de historia, paisaje y mitología.
GLYKI Y EL NACIMIENTO DEL AQUERONTE
A tan solo 8 kilómetros al norte (unos 10 minutos en coche), se encuentra el pequeño pueblo de Glyki, punto de partida de las rutas fluviales por el Aqueronte. Desde aquí, senderos bien trazados permiten caminar junto al río entre paredes calizas y bosques húmedos donde la temperatura apenas varía en todo el año. El agua brota helada de manantiales subterráneos, creando pozas cristalinas. En la Antigüedad, este paisaje se consideraba la entrada al mundo de los muertos; hoy, su atmósfera silenciosa mantiene algo de aquel misterio. El paseo por las gargantas del Aqueronte es una prolongación natural de la visita al Necromantío, una inmersión física en el paisaje que inspiró el mito.
AMMOUDIA Y LA DESEMBOCADURA DEL AQUERONTE
A 15 kilómetros al suroeste de Éfira (unos 20 minutos por carretera), el río Aqueronte termina su curso en el mar Jónico, junto a la localidad costera de Ammoudia.
Aquí, las aguas que Homero describió como el límite del Hades desembocan en una tranquila bahía de arena dorada. Los pescadores locales ofrecen paseos en barca por el último tramo del río, navegando entre cañaverales y sauces. Desde el embarcadero se pueden observar las colinas donde se levantaba la antigua Éfira, cerrando así el círculo entre mito, arqueología y paisaje.
PARGA
A unos 22 kilómetros al oeste (unos 30 minutos por carretera), Parga combina historia y mar. Su castillo veneciano, erguido sobre una península rocosa, domina un conjunto de callejuelas y casas coloridas que descienden hasta el puerto. Aunque no conserva restos romanos ni griegos de entidad, Parga fue puerto natural de la región de Tesprotia desde la Antigüedad y ofrece una de las vistas costeras más bellas del Epiro. El viajero puede dedicar la tarde a pasear por su casco antiguo o disfrutar de la puesta de sol frente a la isla de Panagia, completando así una jornada que une el mito del inframundo con la luz del mar Jónico.
MARGARITI
A 20 kilómetros al sur de Éfira (unos 25 minutos en coche) se alza el pueblo de Margariti, coronado por una fortaleza otomana del siglo XVI. Desde sus murallas se domina todo el valle, y en los alrededores se han encontrado restos de asentamientos antiguos. Su visita permite comprender la continuidad histórica de este territorio, habitado sin interrupción desde la Antigüedad hasta la Edad Moderna.
MÁS INFORMACIÓN NECROMANTEION DEL AQUERONTE (Mesopotamos, Preveza) HORARIOS: Invierno: 8.30 - 15.30. Verano: 8:00 - 20.00. TARIFAS 2025: Adultos... 10€ EMAIL: efapre@culture.gr WEB: odysseus