Fortalezas de Herodes el Grande. El poder del rey arquitecto

Masada, las fortalezas de Herodes el Grande
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Entre el desierto de Judea y las montañas de Perea, sobre cimas abruptas y valles áridos, se conservan los restos de las fortalezas de Herodes el Grande. Levantadas hace más de dos mil años, estas construcciones combinaban defensa, lujo y simbolismo político, reflejando la grandeza de un monarca que quiso perpetuar su nombre en piedra.

Herodes fue un soberano entre dos mundos: el de la tradición oriental y el de la Roma triunfante, en un momento de transición entre la República romana y el incipiente Imperio de Augusto. Su red de fortalezas —Masada, Herodión, Maqueronte, Cipros, Alejandrión, Dok e Hircania— formó un sistema sin precedentes en Oriente Próximo: una arquitectura del poder concebida para controlar el territorio y asegurar las fronteras del reino.

 

HERODES EL GRANDE. EL REY ARQUITECTO DE JUDEA 

Herodes I el Grande (73–4 a.C.) fue nombrado rey de Judea por el Senado romano en el año 40 a.C. y consolidó su poder siete años más tarde. Gobernó un territorio inestable, entre las presiones de Roma y las tensiones internas del pueblo judío. Su reinado coincidió con el cambio político más decisivo de la historia romana: el paso de la República al Imperio bajo Octavio Augusto.

Hijo de Antípatro de Idumea, funcionario al servicio de los asmoneos, Herodes se caracterizó por su pragmatismo político y su habilidad para mantener el favor de Roma. Fue un monarca vasallo, pero también un gobernante autónomo que desarrolló una intensa actividad constructiva, con la que pretendía reforzar su legitimidad y proyectar una imagen de modernidad.

Herodes fue uno de los grandes constructores del Oriente helenístico. Su obra abarcó todo el territorio: templos, teatros, puertos, palacios y fortalezas. Entre sus proyectos más notables destacan:

  • La reconstrucción del Templo de Jerusalén, centro religioso y símbolo de identidad judía.

  • El puerto de Cesarea Marítima, ejemplo de ingeniería avanzada y apertura al Mediterráneo romano.

  • El palacio-fortaleza del Herodion, donde quiso ser enterrado.

  • Las fortalezas de Masada, Maqueronte, Cipros y Alejandrión, claves para el control político y militar de su reino.

Estas construcciones combinaban la funcionalidad militar con la suntuosidad de los modelos helenístico-romanos, integrando cisternas, termas, mosaicos y peristilos.

Las fuentes antiguas, principalmente Flavio Josefo, ofrecen un retrato complejo: un monarca eficaz y visionario, pero también desconfiado y violento. Mandó ejecutar a su esposa Mariamne y a varios de sus hijos por temor a conspiraciones. El Evangelio de Mateo añade el episodio de la “Matanza de los Inocentes”, sin respaldo arqueológico o documental, pero representativo del temor que inspiraba su figura.

Herodes fue un rey fronterizo en todos los sentidos: entre Oriente y Occidente, entre religión y política, entre el vasallaje y la soberanía. La arqueología moderna ha permitido valorar su auténtico legado: una arquitectura de integración cultural, fruto del contacto directo con Roma, que transformó Judea en uno de los territorios más desarrollados del Próximo Oriente.

LA RED DE FORTALEZAS DE HERODES EL GRANDE 

El sistema de fortalezas de Herodes fue un programa arquitectónico de control y representación del poder. Construidas en puntos estratégicos, estas fortalezas aseguraban las fronteras del reino y servían al mismo tiempo como residencias reales. Todas combinaban defensa, lujo y simbolismo político, y muchas de ellas eran visibles entre sí, creando una red de comunicación y vigilancia a través del desierto y las montañas de Judea.

Estas construcciones integraban el arte helenístico y la ingeniería romana, con una organización espacial rigurosamente planificada. Cada fortaleza contaba con cisternas, almacenes, termas y estancias decoradas con frescos y mosaicos, reflejando la dualidad de su creador: el ingeniero práctico y el monarca que aspiraba a la eternidad. Más que fortalezas, fueron monumentos al poder, concebidos para imponerse al paisaje y proyectar la autoridad del rey.

La arqueología moderna permite reconocer hoy siete fortalezas principales dentro del sistema herodiano: Herodión, Masada, Maqueronte, Cypros, Alejandrión, Dok y Hircania, esta última revalorizada en los últimos años como parte integrante de la red oriental de defensa.

1. MASADA. EL PALACIO DEL DESIERTO

Situada sobre una meseta de roca de más de 400 metros sobre el Mar Muerto, Masada fue una de las obras más ambiciosas de Herodes. La fortaleza combinaba funciones defensivas y residenciales: el Palacio Norte, de tres terrazas escalonadas, estaba decorado con frescos y columnas de estilo romano; el Palacio Occidental incluía termas y dependencias administrativas.

El complejo contaba con un sofisticado sistema hidráulico, compuesto por canales y cisternas excavadas en la roca que permitían almacenar agua de lluvia. Las excavaciones dirigidas por Yigael Yadin en la década de 1960 documentaron la mayoría de las estructuras visibles hoy.
Masada es también recordada por el asedio del año 73 d.C., cuando los últimos defensores judíos resistieron ante las legiones romanas. El conjunto está inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO.

 

Fortaleza de Herodes el Grande en Masada
Masada (foto: Larry Koester)

 

2. HERODIÓN. EL MAUSOLEO DEL REY

A 12 kilómetros al sur de Jerusalén, Herodión fue el proyecto más personal del monarca. Se trata de una colina artificial que alberga una fortaleza de planta circular con torres, murallas y un palacio interior. Las excavaciones dirigidas por Ehud Netzer identificaron en 2007 el mausoleo de Herodes, confirmando que fue enterrado allí.

El complejo cuenta con cisternas, termas y un sistema de túneles subterráneos que comunicaban las distintas dependencias. Desde su cima se domina el desierto de Judea y buena parte de la llanura hacia Jerusalén, lo que le confería un alto valor estratégico y simbólico.

 

Interior del Herodion, la fortaleza de Herodes y su mausoleo
Fortalezas de Herodes el Grande. Herodion (foto: Francois Bessonnet)

 

3. MAQUERONTE. FORTALEZA DE FRONTERA

En el actual Reino de Jordania, Maqueronte (Mukawer) se alza sobre una montaña de más de 1.000 metros que domina el valle del Mar Muerto. Reconstruida por Herodes sobre una fortaleza asmonea anterior, servía como bastión oriental frente al reino nabateo. Sus restos conservan murallas, termas y el patio porticado del palacio, donde en 2014 se reconstruyeron dos columnas mediante anastilosis.

Las excavaciones dirigidas por Győző Vörös confirmaron la precisión de las descripciones de Flavio Josefo. Según la tradición cristiana, fue aquí donde Herodes Antipas ordenó la ejecución de Juan el Bautista. El yacimiento ha sido objeto de un amplio programa de restauración financiado por la Unión Europea y la Agencia Italiana de Cooperación (AICS).

 

fortaleza de Herodes el Grande en Maqueronte
Fortalezas de Herodes el Grande. Maqueronte (foto: APAAME)

 

4. CIPROS. VIGILANCIA SOBRE EL VALLE DEL JORDÁN

La fortaleza de Cypros, levantada sobre una colina al suroeste del oasis de Jericó, debe su nombre a Cipros, madre de Herodes el Grande. Se edificó sobre los restos de una fortaleza asmonea preexistente y formaba parte del sistema defensivo que protegía los palacios de invierno de Jericó, situados apenas un kilómetro al norte.

Desde su posición dominante, Cypros controlaba visualmente el valle del Jordán y la red de caminos que unían Jerusalén con Jericó y las rutas hacia Perea y el Mar Muerto. En combinación con la cercana fortaleza de Dok, configuraba un auténtico cinturón de vigilancia sobre una de las regiones más ricas y fértiles del reino.

Herodes reconstruyó la fortaleza con el mismo lenguaje arquitectónico empleado en sus otras obras mayores: muros de contención monumentales, palacios con salas decoradas con frescos y mosaicos, y termas de estilo romano, que reflejan su gusto por la ingeniería y el lujo. En Cypros se documentaron incluso baños tallados en alabastro oriental, transportados en bloque hasta la cima de la colina, testimonio de la suntuosidad del conjunto. Las excavaciones revelaron que la fortaleza contaba con una compleja red hidráulica, alimentada por un acueducto de casi 20 kilómetros que conducía agua desde las fuentes de Ein Prat (Parat) y Ein Mabua (Poar) hasta las cisternas de la colina. Este sistema, complementario al de Jericó, garantizaba el abastecimiento de las termas, los jardines y las plantaciones reales del valle.

Cypros y Dok dominaban los huertos de bálsamo (afarsimon) y las plantaciones de dátiles que constituían una de las principales fuentes de riqueza del reino. El aceite de bálsamo de Jericó, utilizado en perfumes, rituales y medicina, era uno de los productos más valiosos del Mediterráneo antiguo, y su control estaba reservado a la casa real.

Durante la Gran Revuelta (66–70 d.C.), los insurgentes judíos tomaron Cypros y destruyeron la guarnición romana. En época bizantina, se levantó sobre sus ruinas un pequeño monasterio decorado con mosaicos, testimonio de la reocupación cristiana del lugar.

 

Cypros, fortaleza de Herodes el Grande
Cipros, una de las fortalezas de Herodes el Grande (foto: Shmuel Browns)

 

5. ALEJANDRIÓN (SABARTA). LA ATALAYA DEL JORDÁN

Ubicada en la región de Samaria, Alejandrión —también conocida como Sartaba— era una fortaleza heredada de los asmoneos y reforzada por Herodes. Su emplazamiento, sobre un pico escarpado, permitía controlar el valle del Jordán y mantener comunicación óptica con otras posiciones. 
Los restos visibles son escasos, pero su importancia militar fue clave en la defensa de la frontera oriental.

6. DOK (DAGON O THREX). LA FORTALEZA DE JERICÓ

La fortaleza de Dok —también citada en las fuentes antiguas como Dagon o Threx— se alzaba sobre una colina rocosa al noroeste de Jericó, en una posición dominante que controlaba la llanura del Jordán y la ruta hacia Jerusalén. Su emplazamiento coincide con el actual Monte de la Tentación (Jebel Quruntul), donde más tarde se levantarían construcciones monásticas bizantinas.

De origen probablemente asmoneo, Dok fue una de las primeras fortalezas que Herodes el Grande reforzó tras su ascenso al poder, con el objetivo de asegurar la región de Jericó, donde construyó también sus palacios de invierno. Según Flavio Josefo, aquí tuvo lugar uno de los episodios más dramáticos de su reinado: la ejecución de Aristóbulo III, joven sumo sacerdote y nieto de Hircano II, ahogado por orden del propio Herodes en el año 35 a.C. El suceso marcó simbólicamente la ruptura definitiva con la dinastía asmonea y consolidó la autoridad herodiana sobre Judea.

La fortaleza, de planta irregular y construida con sillares tallados en la roca caliza local, combinaba funciones militares, administrativas y residenciales, como las demás del sistema herodiano.
Su posición elevada ofrecía una vigilancia directa sobre los accesos al oasis de Jericó y sobre las rutas que enlazaban el valle del Jordán con Jerusalén y Samaria.

El lugar se identificó con el monte donde, según los Evangelios, Jesús fue tentado por el demonio tras su retiro en el desierto. Sobre las terrazas y cuevas excavadas en la roca del antiguo recinto se construyeron varios monasterios; el más visible, el Monasterio de la Tentación (Deir Quruntul), conserva aún muros de aparejo antiguo que podrían pertenecer a la fortaleza primitiva.

 

Fortaleza de Herodes el Grande en Dok
Fortalezas de Herodes el Grande. Dok (foto: All About Jerusalem)

 

7. HIRCANIA (HYRCANIA). EL ESLABÓN OCULTO DEL DESIERTO

Entre Herodión y Masada, en pleno desierto de Judea, se alza la fortaleza de Hircania, tradicionalmente atribuida a la dinastía asmonea pero restaurada y ampliada por Herodes el Grande.
Su ubicación, a unos 16 kilómetros al sureste de Jerusalén, permitía controlar los wadis que descendían hacia el Mar Muerto y comunicaban las fortalezas del sistema oriental.

Flavio Josefo la menciona como prisión de Estado, donde Herodes ordenó la ejecución de varios opositores, pero los hallazgos recientes han revelado que fue mucho más que eso. Las excavaciones dirigidas por Oren Gutfeld y Roi Porat (Universidad Hebrea de Jerusalén, 2017–2022) sacaron a la luz muros con aparejo herodiano, sistemas de cisternas, frescos y mosaicos que demuestran su transformación en una verdadera fortaleza palaciega, comparable en técnica a Masada y Herodión.

Por su posición intermedia, Hircania constituía el enlace natural entre el Herodión y Masada, completando la red defensiva que articulaba el borde oriental del reino.
Aunque no cuenta aún con infraestructura turística, su importancia arqueológica la sitúa hoy como la séptima fortaleza del sistema herodiano y una pieza clave para entender la arquitectura del poder de Herodes.

 

Hircania, una de las fortalezas de Herodes el Grande
Fortalezas de Herodes el Grande. Hircania (foto: Yehuda Holtzman)

 

 

LAS FORTALEZAS DE HERODES EL GRANDE HOY. RUTA ARQUEOLÓGICA ENTRE ISRAEL Y JORDANIA

Recorrer las fortalezas de Herodes el Grande es una experiencia singular que permite comprender, sobre el terreno, la magnitud del proyecto arquitectónico y territorial del monarca. El itinerario, breve pero intenso, enlaza tres enclaves perfectamente visitables —Herodión, Masada y Maqueronte— situados entre Israel y Jordania. En tres jornadas de viaje se atraviesan los mismos paisajes que definieron el corazón del reino herodiano: la llanura de Judea, el desierto del Mar Muerto y las montañas de Perea.

Esta ruta no solo ofrece un recorrido arqueológico de primer orden; también permite interpretar cómo la arquitectura de Herodes fue concebida para dominar el espacio y el paisaje, integrando fortificaciones, poder y simbolismo.

DÍA 1. JERUSALÉN – HERODIÓN

El punto de partida natural es Jerusalén, núcleo político y religioso del reino. Desde la ciudad, una carretera bien señalizada conduce hacia el Herodión, a unos 12 kilómetros al sur, próximo a Belén. El trayecto se realiza por la carretera 356, y el yacimiento está gestionado por la Autoridad de Parques Nacionales de Israel (INPA), con centro de visitantes y paneles interpretativos.

La visita, de aproximadamente dos horas, permite recorrer las galerías subterráneas, los restos del palacio superior y el complejo funerario identificado por el arqueólogo Ehud Netzer.
Desde la cima, las vistas sobre el desierto de Judea explican el valor estratégico del enclave: desde aquí se controlaba el acceso a Jerusalén y a las rutas que comunicaban con el valle del Jordán.

Recomendación: pernoctar en Jerusalén o Belén, lo que facilita el desplazamiento hacia el valle del Mar Muerto en la siguiente jornada.

 

escaleras de acceso al Herodion, la fortaleza de Herodes el Grande
Herodion (foto: Carole Raddato)

 

DÍA 2. HERODIÓN – MASADA – MAR MUERTO

La segunda etapa desciende hacia el desierto a través de la carretera 90, siguiendo el antiguo corredor que unía Judea con la costa oriental del Mar Muerto. En algo menos de hora y media se alcanza Masada, la fortaleza más célebre del sistema herodiano. Su acceso principal se sitúa en el flanco oriental, donde un moderno teleférico sustituye al histórico Sendero de la Serpiente.

El recorrido completo —palacios, termas, cisternas y murallas— requiere entre tres y cuatro horas. La planificación hidráulica de Masada, con canales tallados en la roca y enormes depósitos de agua, sigue considerándose una obra maestra de la ingeniería del siglo I a.C. El yacimiento, inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, dispone de amplias instalaciones y una museografía muy cuidada.

Recomendación: establecer la base de noche en Ein Gedi o Arad, en la ribera occidental del Mar Muerto, desde donde resulta cómodo el desplazamiento al paso fronterizo del día siguiente.

 

Terraza intermedia del palacio norte de la fortaleza de Herodes en Masada
Masada. Terraza intermedia del Palacio Norte (foto: Carole Raddato)

 

DÍA 3. MAR MUERTO – MADABA – MAQUERONTE (MUKAWER)

Desde el Mar Muerto se alcanza el Puente Allenby (King Hussein Bridge), principal cruce entre Israel y Jordania. El trayecto dura alrededor de 45 minutos, a lo que debe añadirse el tiempo de gestión fronteriza, variable según la temporada. Conviene recordar que el visado jordano no se emite en este paso, por lo que debe obtenerse con antelación o gestionarse en otro punto de entrada al país.

Una vez en Jordania, la ruta continúa hacia Madaba, célebre por sus mosaicos bizantinos, y desde allí a Mukawer, identificada con la antigua Maqueronte, situada a unos 35 kilómetros.
El ascenso final al yacimiento se realiza a pie por un sendero bien acondicionado —unos 20 minutos de caminata— hasta alcanzar la cima, desde donde se contemplan panorámicas excepcionales del Mar Muerto y las montañas de Judea.

La visita, de una a dos horas, permite recorrer los restos del palacio herodiano, las murallas y las columnas reinstaladas mediante anastilosis, en un entorno de gran valor paisajístico.
El lugar está gestionado por las autoridades jordanas de patrimonio y cuenta con señalización básica.

Recomendación: finalizar la jornada en Madaba o Amán, ambas con buenas infraestructuras hoteleras y conexión aérea internacional.

 

fortaleza de Herodes el Grande en Maqueronte
Maqueronte (foto: APAAME)

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA

Flavio Josefo. La guerra de los judíos. Ed. Gredos, Madrid, 1997.
Ehud Netzer. The Architecture of Herod, the Great Builder. Baker Academic, Grand Rapids, 2008.
Yigael Yadin. Masada: Herod’s Fortress and the Zealots’ Last Stand. Random House, New York, 1966.
Győző Vörös. Machaerus: The Palace-Fortress of Herod the Great and the Prison of John the Baptist. Edizioni Terra Santa, Jerusalén, 2013.
Oren Gutfeld y Roi Porat. Hyrcania Excavations Reports (2017–2022). The Hebrew University of Jerusalem.
Samuel Rocca. Herod’s Judaea: A Mediterranean State in the Classical World. Mohr Siebeck, Tübingen, 2008.
Uzi Dahari. The Fortresses of the Judean Desert. Israel Exploration Society, Jerusalén, 1992.
Israel Antiquities Authority (IAA). Archaeological Sites Database: Herodian Period Fortresses. Consultado en octubre de 2025.

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