La Dama, El Príncipe, El Héroe, La Diosa.

escenografía de la exposición la Dama, el Príncipe, el Héroe, la Diosa, en el museo íbero de Jaén
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Museo Íbero (Jaén – Andalucía).

 

¿Qué tienen en común una dama ricamente enjoyada, un príncipe guerrero, un héroe inmortalizado en piedra y una diosa protectora? Todos conviven en la exposición La Dama, el Príncipe, el Héroe, la Diosa, del Museo Íbero de Jaén, un recorrido fascinante por la cultura íbera a través de cuatro figuras esenciales de su sociedad.

Inaugurada en enero de 2017, esta muestra “temporal” se convirtió en la carta de presentación del museo y, ocho años después, sigue siendo su núcleo expositivo. La ausencia de una gran colección permanente fue durante años objeto de debate, pero esta exposición ha mantenido su vigencia gracias a la riqueza de sus piezas y a la cuidada narrativa que las une. Si visitas Jaén, este es un recorrido imprescindible para entender la historia, el arte y las creencias de uno de los pueblos más singulares de la Antigüedad peninsular.

 

exposición la Dama, el Príncipe, el Héroe y la Diosa en el Museo Íbero de Jaén
Exposición la Dama, el Príncipe, el Héroe, la Diosa (foto: Sergio Geijo)

 

LAS CRÁTERAS DE PIQUÍA

El eje de la exposición son las Cráteras de Piquía, halladas en 2010 en la cámara funeraria del príncipe íbero Iltirtiiltir, en Arjona (Jaén). Estas siete cráteras griegas, fechadas en el siglo IV a.C. y fabricadas en Atenas por maestros como el Pintor F64 de Londres o el Pintor de Enomao, formaban parte de un lujoso ajuar heredado durante generaciones.

Las pinturas de las cráteras siguen una secuencia narrativa. Se inicia con la fiesta nocturna de la despedida de soltero de Hércules. Continúa con el baño de Helena, previo a su boda, ante la diosa del amor Afrodita, y la boda del dios Apolo (o Paris, príncipe de Troya) con Helena. Finaliza con el ascenso de Hércules a la categoría de héroe o semidios, ante una Niké alada. En el reverso del vaso, el Héroe se encuentra junto a Zeus en el Olimpo, el hogar de los dioses.

Para la aristocracia íbera, lo importante no eran tanto los dioses griegos como los arquetipos que representaban: la Dama, el Príncipe, el Héroe y la Diosa, que articulan el recorrido expositivo.

 

cráteras de Piquía en el Museo íbero de Jaén
Cráteras de Piquía (foto: Sergio Geijo)

 

LA EXPOSICIÓN

La muestra reúne un conjunto de unas 300 piezas restauradas, representativas de cuatro décadas de investigaciones arqueológicas en la provincia de Jaén, articulada en torno a la historia de las mencionadas cráteras griegas. El discurso expositivo combina esculturas, ajuares funerarios, armas, elementos arquitectónicos y objetos rituales, permitiendo comprender cómo se construía el poder, el prestigio y la religiosidad en la sociedad íbera.

 

LA DAMA

En la jerarquía aristocrática ibera, la Dama era el equivalente femenino del Príncipe. Su figura aparece desde los orígenes de esta cultura, pero adquiere protagonismo a mediados del siglo V a.C., como muestran las esculturas de Cerrillo Blanco (Porcuna) o las célebres Dama de Baza y Dama de Torres.

La Dama proyectaba el prestigio del linaje en ceremonias y rituales, vestida con ricos atuendos y joyas. Con el tiempo, asumió atributos de la Diosa, actuando como mediadora del Príncipe ante lo divino. En la muerte, su tumba podía ser tan monumental como la de su esposo, aunque también existen enterramientos individuales destacados, como el de la Noria de Fuente Piedra.

 

esculturas de la Dama en la exposición la Dama, el Príncipe, el Héroe y la Diosa en el museo Íbero de Jaén
La Dama (foto: Sergio Geijo)

 

EL PRÍNCIPE

El Príncipe íbero gobernaba un oppidum o un conjunto de asentamientos, legitimado por un linaje prestigioso y acompañado por clientes que combatían a su lado. Sus tumbas monumentales competían por mostrar riqueza y poder.

Algunos príncipes llegaron a dominar extensos territorios, como Culchas, que en el año 206 a.C. gobernaba 28 oppida. Por esos mismos años, el príncipe de la próspera ciudad de Cástulo dominaba un territorio equivalente a la mitad de la actual provincia de Jaén. Tras la conquista romana, los príncipes dejaron de gobernar grandes extensiones y pasaron a regir oppida individuales, reestableciendo sus antiguos linajes y volviendo a construir ricas tumbas, como la del príncipe Iltirtítiltir de Urgavo (Arjona).

En la exposición, se muestra parte del ajuar funerario de este príncipe, hallado en la necrópolis de Piquía. Fue enterrado con objetos que habían pertenecido a sus antepasados, vestimenta romana y armas semejantes a las del famoso jinete de Atalayuelas. El conjunto incluía, además, un carro procesional, una tapadera con su nombre en escritura ibera o una ánfora para las libaciones.

 

exposición la Dama, el Príncipe, el Héroe, la Diosa, en el museo Íbero de Jaén
El Príncipe (fotos: Sergio Geijo)

 

EL HÉROE

En el mundo ibero, el héroe era una figura entre lo humano y lo divino, protector del linaje y figura de culto funerario, que encarnaba virtudes guerreras y valores aristocráticos.

En la sala, una imponente escenografía recrea una necrópolis íbera con esculturas procedentes de Porcuna y otros yacimientos.  Estos monumentos funerarios combinaban arquitectura y escultura, inmortalizando a los guerreros más destacados.

La iconografía del héroe ibero, a caballo o de pie, vestido con túnica corta y portando armas, entronca con tradiciones mediterráneas, pero mantiene rasgos propios, como la expresividad de los caballos y la estilización de las figuras.

 

exposición la Dama, el Príncipe, el Héroe, la Diosa en el museo íbero de Jaén
El Héroe (foto: Sergio Geijo)
esculturas de animales de la exposición La Dama, el Príncipe, el Héroe, la Diosa del museo íbero de Jaén
El Héroe (foto: Sergio Geijo)

 

LA DIOSA

En la cosmovisión íbera, la Diosa ocupaba un lugar central como garante de la fertilidad de la tierra y de los animales, protectora de la salud de los vivos y guía de las almas hacia el más allá. Era, por tanto, una divinidad vinculada a los ciclos esenciales de la existencia. Entre los diversos nombres con los que se la conocía, solo ha llegado hasta nosotros uno: Betatun.

Su iconografía es variada y revela tanto influencias foráneas como expresiones locales. Aparece representada como la Astarté fenicia hallada en Galera, testimonio del contacto entre las comunidades íberas y el mundo oriental mediterráneo. En otros, adopta formas autóctonas como el betilo ovoide del oppidum de Puente Tablas (Jaén), donde la figura aparece con los brazos sobre el vientre y levantando la túnica para recibir el sol naciente durante el equinoccio, un claro vínculo con ritos agrícolas y solares. También destaca la Diosa de Ipolca (Porcuna), representada como una mujer situada entre dos cabras monteses, símbolo de su dominio sobre la naturaleza.

El culto podía celebrarse en templos, santuarios rupestres o incluso en tumbas. A partir del siglo IV a.C., el fiel se relaciona directamente con la divinidad, sin intermediación aristocrática, como muestran las ofrendas individuales halladas en lugares sagrados.

En la exposición, la Diosa simboliza el aspecto espiritual y místico de la sociedad íbera, complementando las figuras políticas y guerreras del Príncipe y el Héroe, así como el papel social de la Dama. Su presencia recuerda que la religión no solo era un pilar de legitimación del poder, sino también un espacio de identidad y cohesión comunitaria.

 

vitrina de la exposición la Dama, el Príncipe, el Héroe, la Diosa, en el museo íbero de Jaén
La Diosa (foto: Sergio Geijo)

 

UNA VENTANA A LA CULTURA ÍBERA

La Dama, el Príncipe, el Héroe, la Diosa no es solo una exposición de arqueología en Jaén: es un viaje por los símbolos, el arte y las creencias de la cultura íbera, narrado a través de piezas excepcionales como las Cráteras de Piquía.

Visitar el Museo Íbero de Jaén es adentrarse en la vida y la muerte de un pueblo que dejó un legado artístico y simbólico único en el Mediterráneo occidental. Una oportunidad para comprender cómo los íberos representaban el poder, la gloria y la espiritualidad, y para contemplar de cerca las huellas de un mundo que sigue fascinando más de dos mil años después.

 

 

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